martes, 12 de abril de 2016

José Luis Moreno-Ruiz - Retratos De Añil (Triquinoise Producciones 1995)

José Luis Moreno-Ruiz, el mismo nombre que aparecía como autor de la letra y coautor de la música de De Noche, cuarta canción de Ritmo De Sangre, se repetía en el prólogo de El Sudor De La Pistola 13, segundo poemario de Javier Corcobado. Era 1993, y supongo que en ese año podemos situar el germen de este disco, ya que a excepción de Isidoro Aparicio, el resto de músicos que lo grabaron un año más tarde, en marzo de 1994, estaban en alguna de las bandas que manejaba Javier Corcobado el año anterior. Nacho Laguna y Alicia Salguero eran parte de Los Chatarreros De Sangre Y Cielo, y Susana Cáncer de Cría Cuervos. Completando la formación estaba el propio Corcobado con su guitarra tormenta.
Hasta ese momento José Luis Moreno-Ruiz era un absoluto desconocido para mí, pero en aquella época, aunque a un ritmo más lento, la información también iba llegando, y así me enteré de que nuestro hombre había estado al frente de Rosa De Sanatorio, programa que emitió Radio 3 entre 1989 y 1991 a altas horas de la madrugada. También de que era traductor y escritor... por aquellos años su último libro se llamaba Ángeles En Mis Cojones. Las cartas de presentación resultaban bastante estimulantes, aunque fueron estos Retratos De Añil mi primer encuentro con su obra.
Vampírica Misa De Réquiem, la canción que abre el disco, es un cónclave con los más ilustres hematófagos, algunos de sus creadores, eminentes adictos a la aguja y algunas de sus creaciones literarias, que juntos conforman un retablo que trae aromas de la Villa Diodati, de la Rumanía cíngara, y que desde la primera escucha produce el milagro de la anagogía, con esa estructura repetitiva, inolvidable y el violoncello atravesando los últimos versos.
El resto del disco produce otro tipo de shock al enfrentarte a él las primeras veces. El uso ocasional de palabras que huelen a viejas, a desuso, a antiguas liturgias, y la forma en que José Luis Moreno-Ruiz trenza en sus textos la pureza y la inocencia con lo descarnado y salvaje, sitúa a estas canciones en un extraño espacio que la mayoría bien pensante, en otro de sus alardes de hipocresía, tacharía de sórdido y soez, y hasta puede que de misogino, pero que no es más que el lugar donde habitan los deseos desaforados y los rotundos pensamientos de un ácrata dispuesto a fustigar, miembro en mano, a quien se lo merece, como en La Poesía Es Un Arma Cargada De Funcionarios.
Así cuando afronta las bajas pasiones, el cuerpo se le queda a uno con la misma sensación que solo había experimentado antes cuando mi padre, ese hombre tan serio y comedido, me contó un día con toda naturalidad, yo deberá tener unos 13 o 14 años, que en su pueblo era normal que los chavales se masturbasen en grupo, y que otra vez volvió a sacudirme hace poco leyendo El Palacio Azul De Los Ingenieros Belgas, exactamente cuando la hermana del protagonista decide mostrarle a su hermano, en aquel cuarto para almacenar la paja, todas sus aberturas para que conociese bien como eran las mujeres, para después acabar aplacándolo manualmente por pura generosidad. Pongo estas situaciones por intentar transmitir la brutal e incómoda revelación,  de esas que uno piensa que quizás estaba mejor sin saber, que se agazapa entre estas canciones, sin desvelar ningún pasaje de las mismas.
Javier Almendral y German Sánchez, por aquel entonces compañeros en Vírgenes Adolescentes, también meten sus guitarras en un par de temas, preciosa la de Javier en Sevillanas, aunque la mención especial es para Nacho Laguna, que firma los arreglos de todas las canciones del disco y que realiza un excelente trabajo que las aleja de la sombra del spoken word y las redondea para hacer de estos Retratos De Añil obras de arte indelebles que quedaron grabadas en mi cerebro y en mi ánimo para siempre.




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