miércoles, 22 de marzo de 2017

Erizonte - Suite Los Caprichos De Goya (Munster Records 2015)

Hubo un tiempo y un lugar en el que eran las mujeres las que marcaban tendencia en cuanto a gustos musicales se refiere. Un espacio, ahora usurpado por el género masculino, que en La Corte de Carlos III se disputaban la Duquesa De Alba y la Condesa-Duquesa de Benavente. La Ilustración española estaba en su máximo esplendor, creándose nuevos medios de expresión. Así nacían las primeras Academias y Sociedades Económicas de Amigos del País, dedicadas a la difusión de las nuevas ideas y de los conocimientos científicos y técnicos. También proliferaban las tertulias y las reuniones sociales impulsadas por la media y baja aristocracia, que en este país jugó el papel que en otras naciones europeas ocupó la burguesía. Época no exenta de contradicciones en nuestras tierras, si por un lado hay un creciente interés por lo europeo y quedan patentes las características típicas del periodo, es decir, racionalismo, búsqueda de la felicidad, fe en el progreso y laicismo, entre otras, también se expande por todas las capas sociales una exaltación de lo nacional originando lo que se dio en llamar plebeyismo o majismo. Los majos y las majas eran personajes de los barrios humildes que se distinguían por su actitud. Mujeres y hombres desafiantes y descarados, desparpajo y gallardía los caracterizaban, y un enorme poder de seducción que llegó a inocular los gustos de toda la nobleza.
Así en La Corte gustan tanto las tonadillas, el teatro nacional y los toros, como las representaciones operísticas y la música de Glück, Bach, Vivaldi y Haydn. Este último con un contrato draconiano con la Condesa-Duquesa de Benavente por el que se veía obligado a entregarle todas sus obras musicales, no pudiendo ser menos de doce durante el año, y sin que hubiese límite superior.
Unos quince años después del ascenso al trono de Carlos III, llega Francisco de Goya a la corte española. Allí se empapa tanto de este ambiente ilustrado como del pujante plebeyismo. Con los primeros comparte sus reflexiones sobre los defectos de su sociedad, la aversión al fanatismo religioso, a las supersticiones y a la Inquisición, como ejemplo de lo segundo, y ya que esto va de música, solo vamos a nombrar su obra El Vito, considerada una de las primeras representaciones plásticas de la historia que se ocupa del baile flamenco.
En 1979, ya bajo el reinado de Carlos IV, edita su serie de 80 grabados, conocidos como Los Caprichos, en los que satiriza a la sociedad española, centrándose sobre todo en la nobleza y el clero. A pesar de su rápida retirada del mercado por temor a la Inquisición, en 1825 ya había copias de los grabados en Francia e Inglaterra. En 1857 Baudelaire publica un artículo sobre ellos en el que habla de un amor por lo indefinible, un sentido de contrastes violentos, de lo aterrador de la naturaleza e incluso de imágenes alucinógenas. Si ojeamos la wikipedia la influencia de estos grabados se admite en movimientos tan dispares como el Romanticismo Francés, el Expresionismo Alemán o el Surrealismo.
Poniendo el foco en cosas más cercanas, sin llegar a ser un icono del pop, sorprende la alargada huella de la obra de Goya, que podemos encontrar en propuestas tan cercanas en el tiempo, y tan diferentes, como lo pueden ser el disco Hombre Mate Hombre de Barricada, que lleva en portada el célebre Duelo A Garrotazos del aragonés, la maravillosa película Un Perro Llamado Dolor de Luis Eduardo Aute, que dedica un capítulo al mundo goyesco, la tetralogía de poesía musicalizada en la que trabajan actualmente Trío Mudo, de la que por ahora solo han publicado su primer volumen con Leopoldo María Panero de protagonista, y que han anunciado que llevarán como portadas cuatro de Los Caprichos, o en última instancia el reciente guiño que le hace GG Quintanilla al pintor al titular Perro Semihundido una de las composiciones de su último trabajo La Reconstrucción.
Bueno, pues todo esto, para ahora centrarnos en esta suite de la que veníamos a hablar hoy. Dividida en siete composiciones que toman sus nombres de siete de los grabados que conforman Los Caprichos, e inspirada por la totalidad de esta colección, la obra fue concebida como un espectáculo que mezclaba danza, proyecciones y música en directo. En su traspaso al vinilo, lógicamente, nos tenemos que conformar con la dimensión auditiva de la misma, cosa que a mi no me supone el más mínimo problema, todo lo contrario, enemigo como soy de ver música en casa.
Para la creación de estas piezas Erizonte parece haber tenido en cuenta aquello de que la historia no es muda, sino que suena, sabe y huele, con lo que en estas piezas se dejan notar los gustos y aromas que imperaban en la época que las imbuye. Las estructuras clásicas, racionales, no frías, pero quizás sí algo distantes se acompañan de un gran trabajo en las percusiones que, junto con la aparición de una guitarra flamenca en El Sueño De La Razón Produce Monstruos y algún instrumento de viento en otras partes, parecen aportar los matices más calurosos y populares a los que hicimos referencia cuando hablamos del majismo. Los arreglos, efectos sonoros y la producción del disco corren a cargo de Scud Hero, cómplice de Erizonte desde hace ya mucho tiempo, que se encarga de trufar las composiciones de deliciosos, pero nada dulces, detalles que alejan aún más a las composiciones de cualquier cosa parecida, o que pueda oler, a un ejercicio de estilo, para dotarla de vida, personalidad y convertirla en una obra plenamente contemporánea, de grata y sorprendente escucha que también nos regala algún que otro sobresalto, como lo es la tensa y asfixiante Linda Maestra. Claro, que no podía ser menos hablando de Erizonte, que otra vez vuelve a conseguir golpearnos la psique, esta vez de una manera no tan física como en su anterior álbum, sino de una mucho más sutil, haciendo gala de un uso exquisito de la sugerencia y la insinuación.