Antes del verano, escuchando Poomse Vs The Kingdom Of Death, el segundo, y por ahora, ultimo disco de Poomse, me acordé de este disco. Y luego, por extensión, me puse a pensar en Ben Thirkettle, Andy Jarman y Steven Munar. Tres británicos que participaron intensamente de la explosión indie de los noventa en este país. Ben, al frente de Goodbye Planet, Andy con Strange Fruit y Steven con The Tea Servants. Curiosamente ninguno de los tres grupos alcanzó la repercusión que sí consiguieron otros grupos de este país cantando en un inglés mas macarrónico, aun haciendo discos notables. Los dos últimos siguen en activo por estos lares, Andy con Southern Art Society, y Steven con Steven Munar & The Miracle Band y también con un nuevo proyecto llamado Laurel Street. Pero de Ben nunca más había sabido hasta hoy mismo, que me use a investigar un poco.
El disco que hoy nos ocupa vino precedido por tres singles, los dos primeros salieron un año antes, en 1995, y aquí se recuperan sus caras A, Goodbye Planet Earth y End Of Century Club. El tercero ya fue publicado como antesala de este disco y llevaba por tema titular Anaesthetic.
Desde sus inicios Munster Records había demostrado que en su catálogo primaba la calidad por encima de tendencias o escenas, siendo uno de los motores que contribuyó a hacer visible el subsuelo musical de este país, editando a algunos de los grupos que protagonizaron aquellos años de ajetreo. Estuvo en todos los frentes, en el de las guitarras distorsionadas sobre canciones pop con Penelope Trip y Parkinson D.C., en el del pop en todas sus acepciones, sixty con Los Potros, pluscuamperfecto con Los Valendas, y rozando la americana con The Pribata Idaho. En la actualización del garage con La Secta, en el frente de los excéntricos que no había donde meterlos con Patrullero Mancuso, y hasta en el del punk de altísimas cotas de anarquía sónica con Cerebros Exprimidos.
Y entre toda esa marabunta de sonidos emerge esta joya atemporal, que tiraba por la calle del medio, con vocación de clásico, y que se impregnó bien poco del sonido que imperaba en la época. Son doce canciones bien bonitas que andan sobradas de elegancia y personalidad. Piezas apasionantes, cantadas con el corazón... y una gran voz, y tocadas con el estómago. Dejan estas canciones, que suelen comenzar con delicados versos y prístina serenidad, la sensación de que estaban pensadas para ser tocadas con traje y corbata, pero que en algún momento, durante su ejecución, fueron ellas las que tomaron el mando y llevaron a los músicos a su terreno, les obligaron aflojarse el nudo de la garganta, y a inyectarles furia eléctrica, brío y algún que otro desvarío.
El conjunto queda estupendo, bien cohesionado, pero sorteando ese peligro de tener la sensación de estar oyendo muchas veces la misma canción. Me parece que el excelente secuenciado ayuda, con las canciones en alguna ocasión pisándose los talones, pero sin que ninguno de los temas pierda su personalidad y no sea perfectamente reconocible.
Bonito traje, si señor, para no quitarse de encima en mucho tiempo, no pasa de moda.
En esta ocasión Goodbye Planet fueron Ben Thirkettle, Salvador Martín y Juan Luis Miranda, y contaron con la ayuda puntual de Ricardo del Castillo.
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