Después de cuatro años en México, Javier Corcobado decide volver a España y se instala en una pequeña localidad de Nijar, provincia de Almería, de nombre Los Albaricoques. Según la Wikipedia, en la actualidad este lugar alberga a 252 habitantes, pero no es este el dato más importante. Esta pedanía fue uno de los escenarios que contribuyó a convertir la provincia de Almería en ese gran plató cinematográfico natural durante los años sesenta y setenta. En sus cortijos se grabaron escenas de La Muerte Tenía Un Precio, Por Un Puñado De Dolares y El Bueno, El Feo Y El Malo, entre otras. Un sitio donde quizás fue fácil confundir fantasía y realidad, no sólo los habitantes de la zona trabajaban como extras de aquellos western sino que muchos de ellos vivían de la extracción de oro en las minas de Rodalquilar, cerrada a finales de los sesenta cuando la explotación no era ya rentable.
En este entorno compuso Javier su editor de sueños, refugiado en un antiguo aljibe abandonado, rodeado de la inmensidad de la tierra, pero sintiendo cerca también la del mar, a unos 10 kilómetros en línea recta. Para grabarlo cuenta con Paula Grau y Vera Acacio, Paula había participado ya en la grabación del anterior Fotografiando El Corazón, y Vera se había incorporado a la banda para presentarlo en directo. Estrena sección rítmica con Salvador Soto al bajo y Jesús Alonso a la batería, y completa la formación invitando a su amigo Javier Arnal para que se ocupe de la guitarra. Este acepta y se traslada hasta este desierto territorio, que al parecer, se ha acabado convirtiendo en su hogar.
Como no puede ser de otra manera, algo del paisaje se cuela en el disco. Ahí están esos verso de No Quisiera, "Minas de oro abandonadas / eso soy yo sin su mirada / polvo en el piano, violines en el mar". Y puede que también algo del espíritu de aquel cazarrecompensas errante que pisó estos parajes, sin nombre y de pocas palabras, haya poseído a la banda. No en vano, creo que es la primera vez que en un disco de Javier hay hueco para temas instrumentales, dos tenemos aquí. Invernadero, con un buen groove asaltado por el ruido, y Origen Del Fin, de una elegancia ligeramente canalla, como saborear un buen whiskey sin perder la calma mientras asistimos a la devastación total de nuestra especie.
Las declaraciones del propio Javier en una entrevista de la época, en las que describía al disco como una colección de canciones de amor, y de odio hacia la humanidad tampoco extrañarían en la voz de aquel señor del poncho al que en ocasiones apodaban Manco. Los casi 25 minutos de Extermínense, canción-duelo de guitarras que cierra el disco, entre ruidos, parones, gritos y una letra que casi se limita a repetir el título, son un claro ejemplo de esto último, Aunque desde la inicial Susurro, el conjunto del género humano ya se lleva lo suyo.
Este disco lo encontré enterrado en las estanterías de unos grandes almacenes a los que solo me acerco en navidades, y la verdad es que llevaba bastante tiempo sin pasearme por él. Lo que mas me ha sorprendido al reescucharlo concienzudamente es que únicamente no me acordaba de las tres canciones de menor minutaje, Amar, Si Usted Pudiera Matar y Pequeña Muerte, que ahora se me han revelado como pequeñas gemas de muchos quilates que hacen de este disco, hoy no puedo usar otro símil, un auténtico tesoro por el que nadie debería dudar en liquidar a quien se le ponga por delante para conseguirlo.
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