Cuando me fui de Tenerife en 1992, la tienda mas grande que había en la isla era Galerías Preciados, por lo demás era un territorio virgen en grandes superficies. Fue un año más tarde, en Valencia, la primera vez que pisé una. Estaba por las afueras y para estrenarla como es debido robé una cajita con tres Cd's que se titulaba ¿Donde Estabas Tú En El... 82, 83, 84?. Un recopilatorio de DRO, en el que en cada disco venían temas del año en cuestión. Espasmódicos, El Último Sueño, Agrimensor K, Seres Vacíos, Alphaville, Décima Víctima, Decibelios, Mogollón, Los Coyotes... un montón de canciones que no había escuchado nunca, algunas muy guapas, y también muchas sorpresas. Pero ninguna como la que me produjo Paso Hambre, de Neo Zelanda, según los créditos la cara A de un single editado en 1983.
Por aquella época yo todavía tenía alguna esperanza en la raza humana y no dudaba en ponerle esta canción a todo aquel que se acercaba por mi habitación, pensando que le abriría un nuevo mundo de sensaciones, que nadie en su sano juicio, después de escucharla, podía ignorar este hallazgo y seguir consumiendo música como si fuesen cacahuetes. "Es del 83", recalcaba yo, me imagino que porque no sabía mucho más del grupo, pero también porque aunque ya andaba medio familiarizado con grupos como Esplendor Geométrico o Macromassa, esta canción era otra cosa, ruido y voces manipuladas a través de las cintas en que se habían grabado. Algo absolutamente novedoso para mí.
Más tarde, cuando ya existía internet, me enteré que Neo Zelanda fue el proyecto personal de Ani Zinc, mitad de Diseño Corbusier. Este dúo lo formó con Javier G. Martín, junto con quien también impulsó el sello Auxilio De Cientos. También leí por ahí que en algún momento de su vida colaboró con Comando Bruno durante un breve periodo de tiempo.
Todavía a día de hoy Paso Hambre me sigue produciendo estupor y una extraña mezcla entre ganas de reír y espanto, hay tanta crueldad en ese momento en que se escucha "mamá pan" como en toda la letra de aquellos Negros Hambrientos de Esplendor Geométrico. La canción que ocupa la otra cara, Curso De Francés, bautizada así en la galleta del disco pero como Francés Básico en la contraportada, tiene un componente más lúdico. Sin apenas ruido y hecha a base de superposiciones de voces, sorprende igualmente.
La edición de estas dos canciones en single, aun siendo en aquella época en la que todavía se vendían discos, me parece todo un acto de valentía, y a día de hoy se ha convertido en la constatación de que eran otros tiempos, en los que, al menos aparentemente, también interesaban otras cosas. Ahora tenemos la isla llena de grandes superficies homogeneizantes y a la música más arriesgada condenada a sobrevivir en el páramo de la muy escasa atención, todo el mundo contento. Una atrocidad mas que nos ha tocado vivir.
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