La Corte De Los Milagros fue un grupo cantabro liderado por David DeLlera que grabó dos ep's a principios de este siglo. En 2002 incorporan a un nuevo, y nobel, guitarrista a la banda, Juan Pérez Marina, con el que afrontan una gira que les lleva a tocar por Inglaterra y Francia además de en diversos puntos de la península Ibérica. En 2004 se presentan en los estudios Rock Soul para grabar un largo con Carlos Torero a los mandos. Aunque en su momento se rumorea que Universal Music se encargará de la edición de esta grabación, al final las canciones quedaron sin plastificar.
David DeLlera comienza un nuevo proyecto bajo el nombre de Hermosos Vencidos con los que sí consigue plastificar en 2006 el disco La Ciudad De Los Semáforos En Verde a través de Flor Y Nata Records.
Por su parte Juan Pérez Marina recala en Madrid tras unos cuantos años de reaprendizaje musical después de sufrir un accidente por el que casi pierde la movilidad de un brazo. Allí conoce a Javier Corcobado, más o menos estamos en 2010, y entra a formar parte de su banda. Con él graba los discos Luna Que Se Quiebra Sobre La Tiniebla De Mi Soledad, Te Estoy Queriendo Tanto y alguna canción de las que aparecen en Los Estertores De La Democracia.
Aunque la idea de Canción De Amor De Un Día venía rondando por la cabeza de Javier desde hacía ya bastante tiempo, debió ser hacia 2012 o 2013 cuando decide ponerse manos a la obra para convertirla en algo tangible, y Juan Pérez Marina recibe la invitación para participar en ella con la composición de unos cuantos fragmentos. Invitación que lógicamente acepta y que se convierte en la chispa que acaba por provocar la creación de Cartografía Del Ruido como vehículo para dar salida a sus propias composiciones.
En 2014 ve la luz el que es por ahora su primer largo, disco del que pasamos a hablar un poco inmediatamente. Y ya que nos toca hablar de cartografía, no sé si ustedes se han fijado en que entre todos los trazos que delimitan la frontera entre el Sahara Occidental y Mauritania, solo uno es curvo, mientras que el resto parece trazado con tiralineas. Parece que fue una argucia francesa para dejar en su zona de influencia las minas de Zouerat, las mayores de hierro a cielo abierto que existen en el mundo. Desde allí, el mineral se transporta 700 kilómetros a través del desierto hasta el puerto de Nuadibú. El tren que se encarga de hacerlo alcanza los tres kilómetros de longitud, doscientos vagones arrastrados por hasta cuatro locomotoras con una potencia de 3300 CV que desplazan 22000 toneladas del mateiral en un polvoriento viaje de 24 horas. Aunque no está habilitado para el transporte de personas, son muchas las que lo utilizan para trasladarse de una ciudad a la otra sentados sobre las tolvas que transportan el material, embozados con sus pañuelos para evitar tragar el molesto polvo que sale de los vagones. Al arrancar, los ocupantes de los primeros vagones gritan para prevenir a los de los vagones posteriores que se aproxima la violenta tracción que se va transmitiendo de uno a otro hasta que todos están en movimiento. Durante el viaje, los saltos entre vagones para compartir té, galletas o frutos secos dan fe de la camaradería entre los que realizan el viaje. Viaje que después del arranque, una vez sumergidos en el desierto, se torna tan minimalista como mágico, que según cuentan transmite una extraña sensación de tranquilidad y desconocimiento, y la posibilidad de presenciar, una vez que ha anochecido, uno de los cielos más estrellados y bellos que un humano haya visto.
Nunca he subido a ese tren, solo cuento lo que he leído, y mucho menos he hecho ese viaje, pero si he escuchado este disco muchas veces, y no puedo dejar de pensar en que las emociones y sacudias que provocan ambas experiencias están intimamente emparentadas. Así que lo que hace tiempo describimos brevemente por aquí como rock instrumental que pone sobre el mapa la ecuación formada por calma, tensión, electricidad, ritmo, belleza, dolor y repetición, me parece ahora que queda mejor definido con las imagenes que llenaron mi cabeza al saber de la existencia de ese amasijo gigante de metal que atraviesa impertérrito el moldeado desierto por el capricho del viento.
Para la grabación de estas seis canciones, cinco en el vinilo y una más en la descarga digital que proporciona, Juan Pérez Marina contó con la ayuda de Jesús Alonso, Sergio Devece, Susana Cáncer y Javier Corcobado.
El disco se vio prolongado al siguiente año con la edición del single Ruido, que incluía el tema titular, una remezcla del mismo a cargo de Homophonia y una versión grabada en directo de La Vida Es Un Sueño, original del cubano Arsenio Rodríguez.
Para rematar el asunto solo nos queda decir que Juan también ocupa el puesto de guitarrista en Leone, y que en alguna ocasión ha puesto su guitarra al servicio de Forastero para sustituir al mismísimo Javier Colis. Como Cartografía Del Ruido se le ha podido ver solo sobre los escenarios, pero también recientemente acompañado por Julian Sanz al bajo y Luis Corchado a la batería, ni más ni menos que la sección rítmica de la primera formación de Mar Otra Vez.
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