Nuevas canciones y muchos recuerdos, de mis 14 años con Los Suaves, de mi paso por Valencia y el apogeo del indie con Furious Planet y Lord Sickness, y de la única vez que vi a Fuckin' Family Faces en el Ruta 66 allá por el 95 o 96. También me he enfrentado por primera vez, y he perdido, con el megalítico Ciclos, y sigo escuchando el montoncito de singles que pillé del Dúo Dinámico, que en el 61 todavía mantenían el tipo. Link fue un intento de descubrir algo que molase, pero ya sabemos que el arriesgarse no siempre es sinónimo de ganar.
Los Flechazos, haciendo pop como nadie desde su debut, Lisabö haciendo también de ellos mismos como nadie, y Césped De Verdad perpetuando a su manera la patafisica levantina, ocuparían mi hipotético podio entre las escuchas de estos días. Pero ya saben, denle al play y saquen sus propias concluisones.
Según mi teoría Valencia ha venido sufriendo una doble discriminación desde hace muchísimos años. Doble, porque por un lado, siendo la tercera ciudad más poblada de este país, siempre ha quedado fuera de esa estúpida disputa que pone el foco en la dualidad Madrid-Barcelona como centros de poder en todos los aspectos que uno se pueda imaginar. Y por otro lado, y ya a nivel musical, creo que desde esos dos mismos focos se ha venido ignorando sistemáticamente lo que acontece en la capital del Turia, mientras que no han tenido reparos en señalar, apoyar e incluso inventar focos de supuesta excelencia creativa, aunque solo hayan coincidido tres o cuatro bandas más o menos interesantes en el mismo espacio-tiempo, como pueden haber sido Vigo, Donosti, Xixón, Getxo e incluso Albacete. Y creo que esto último sucede porque desde Madrid y Barcelona se sabe que la única amenaza real a su condición de epicentros culturales de este país es Valencia, lo demás no inquieta y da para rellenar algunas páginas y poner alguna nota de color, pero Valencia sí ha sido siempre una potencia, así que mejor no darle mucho pábulo a lo que acontece por allí, por si acaso se suban a las barbas. Podría extenderme en esta teoría, poner ejemplos como los pocos discos de punk que consiguieron ver la luz desde Levante en los ochenta, o lo poco valorada que está la etapa inical de Carmina Burana, muy superior y con mucha más enjundia en los textos que lo que nos propuso Parálisis Permamente...
Tampoco es cuestion ahora de repasar todo lo que ha salido desde allí, así que vamos a empezar por la irrupción en escena, allá por el 2000, de los hermanos Junquera con la edición del único disco de Balano, aunque quizás deberíamos comenzar mencionando a Felpudo Tos como nexo de unión de dos generaciones, la cosa es que poco después aparecería Jose Guerrero con Zener y su sello Discos Buen Pony, también Johnny Contencioso, y a partir de ahí un sin fin de grupos y proyectos de máximo interés que ha continuado hasta nuestros días. Pero lo que estuvimos escuchando en casa estos días fue el primer disco de Césped De Verdad. Formados en algún momento entre 2012 y 2013, el dúo compuesto por Alberto Serrano y Blanca Pomet editó en 2015 su primer disco largo después de publicar algunas canciones en su bandcamp. Encontramos en él un compendio de pop, punk, rock, sentido del humor, energía hardcore, canciones gritadas, personalidad y absurdo con sustrato construído a base de guitarra, batería, voces y un Korg de la serie Kaosscilator. El nombre del aparato le viene como anillo al dedo a la propuesta del grupo, sin duda no podían haber elegido otro sinte mejor.
Césped De Verdad, The Act Of Noising.
Lisabö siempre han cuidado al máximo el envoltorio de sus discos, no solo desde el punto de vista gráfico, sino también desde el de los materiales con los que los fabrican, o al menos siempre me ha dado esa impresión. Así que en el proceso de sacarlos de la caja y ponerlo a sonar uno se entretiene algo más en los detalles, en las sensaciones que le transmiten lo que ve y lo que toca, y no tiene prisa por darle al play. Con este Eta Edertasunaren Lorratzetan Biluztu Ginen, su último disco hasta la fecha, también me ocurrió, y al abrir el librito con las letras de las canciones me encontré, en la primera página, con el título del disco y un único nombre, Martxel Mariskal.
Mariskal ha venido haciéndose cargo de casi todas las letras del grupo desde 2001, con lo que no es una novedad que su nombre aparezca en los créditos de sus discos, pero tal y como viene presentado en esta ocasión, mi primera impresión es que nos encontrábamos ante un relato de Mariskal al que el resto de la banda había puesto música.
Pero la realidad no es esta, el mismo Mariskal declaraba en una entrevista que siempre trabaja de la misma forma con el grupo, creando las letras a partir de la escucha de la música y de lo que esta le transmite. Sea como sea, el resultado final es que música y letras de retroalimentan creando esa sensación de angustia y desgaste, de soledad ante el abismo y la catástrofe que nosotros mismos propiciamos con nuestro estúpido comportamiento, tan propia del grupo.
Si su anterior Animalia Lotsatuen Putzua se alzaba como mi favorito del grupo, porque me pareció más centrado en las canciones que en el conjunto del disco, aquí vuelven a darme la sensación de que hacen primar el todo sobre cada una de las partes. La entrada del disco con Errautsaren Bezpera, tema de apenas un minuto, que puede funcionar como un prólogo, que no haya silencio entre las otras seis pistas que completan el disco y que el título del mismo se haya tomado de la última frase de la canción que lo cierra, me refuerzan la sensación de que estamos ante un artefacto con hilo narrativo y bien meditado.
Sea como fuere, uno no puede poner ninguna pega ante la demostración de fuerza y lo avasallador del sonido que cimenta su quinto trabajo, que como el anterior fue editado en diciembre y sin avisar, cuando ya casi toda la prensa había cerrado las listas de lo mejor del año. Aún así no se libraron y volvieron a aparecer en lo más alto de casi todas las que se publican en este país, y si a alguna cabecera no le dio tiempo, y lo reseñó en enero, lo primero que hacía notar era su condición de estar entre lo mejor del curso pasado.
Quítense la venda de los ojos y sucumban ante más de cuarenta minutos que horadan en lo más oscuro de la cruda realidad, por desagradable y duro que sea. Lo de repetir ya es cuestión de gustos. Hay hasta quien encuentra belleza en esto.
La primera ocasión en la que escuché a Los Suaves tuvo que ser tras la edición de este tercer disco porque, como ya he contado otras veces, me grabaron los tres al mismo tiempo. Así que en mi adolescencia el trío inicial de albumes de Los Suaves era como un continuo, casi como un único disco triple. Pero en aquella época, como este era el que mejor sonaba, eso era suficiente para en la calle decir ¡ufh!, es super cañero o suena de puta madre, y con eso bastaba para que quedase claro que era el más heavy de los tres, el mejor, porque el heavy era lo que mandaba en las calles de mi barrio y entre mis colegas.
Efectivamente Ese Día Piensa En Mí es el disco que mejor sonido tiene de la trilogía inicial, el que les hizo destacar y llegar a un público más amplio, el que alargaba las canciones con punteos metaleros, el que tenía Dolores Se Llamaba Lola, primer himno de la banda, al que luego se hermanó con Peligrosa María del primer disco.
Y eso que en verdad pasaron cuatro largos años desde la edición de Frankenstein hasta la de Ese Día Piensa En Mi, cuatro años en los que parece que el grupo pensó hasta en tirar la toalla. Del disco anterior solo quedaron los hermanos Domínguez y Hermes Alogo, pero les salió bien el envite y el gato negro empezó a aparecer en las paredes de todos los barrios de este país. Además ya aparece por ahí el nombre de Alberto Cereijo, año cero de Los Suaves que estaban por llegar, pero que nadie todavía intuía, creo que ni ellos mismos. Quizás por eso, por ser el principio de algo que acabó por agotarme, ahora para mí pierde la batalla a los puntos con el más cafre Frankenstein.
El Ruta 66 fue uno de los lugares que más frecuenté cuando volví de Valencia a Tenerife en junio de 1994. Por fin una sala de tamaño medio pensada para conciertos de rock aparecía en Tenerife, y además a muy pocos pasos de mi casa. Por allí pasaron Soziedad Alkohólika, Negu Gorriak, Los Suaves, Psilicon Flesh, Def Con Dos y hasta El Niño Gusano, y siempre dejando hueco para las bandas locales.
No me acuerdo a quién iba a ver tocar esa vez, pero los teloneros eran los tinerfeños Fuckin' Family Faces, a los que yo nunca había escuchado. De lo que sí me acuerdo es de la presencia magnética de Pablo Rodríguez sobre el escenario, boa en cuello y guitarra en mano, al frente del trío. La guitarra, sonando setentera a tope, entre Hendrix y Jimmy Page, y el resto de la banda me dejaron un muy buen sabor de boca, pero nunca más los volví a ver tocar.
Hace poco encontré este cd en una tienda de segunda mano y decidí comprarlo. Parece que los Fuckin' Family Faces se formaron en 1991 en formato de cuarteto, aunque pronto quedarían constituidos como un trío. Cuando yo los vi, sería 1994 o 1995 y ya lo eran, o eso creo recordar. Durante su trayectoria registraron al menos tres demos, un EP de título Yellow Karma Superfreaks With A Pink Joint, y por fin, un disco largo, este Polako que tengo entre mis manos. La grabación y edición de este debió ser practicamente una de sus últimas aventuras, ya que de finales de 2003 data la primera referencia grabada de EvilMrSod, proyecto personal de Pablo que surgió cuando emigró a Alemania, acompañado de una guitarra acústica, por cuestiones de estudios.
Polako es un disco largo, casi 70 minutos en 19 temas, en lo que podemos encontrar de casi todo, hard rock, nu metal, algún tema acústico y una declaración de principios desde el primer tema. También hay espacio para el reggae, el grunge, el funk... y todo lo que les gusta, y a mi todo esto me hace pensar en unos Dread Zeppelin que se lo tomasen en serio... y les saliese la cosa bastante resultona pero muy dispersa.
Lord Sickness debutaron con un single en 1994 y se benificiaron de pleno de aquella etiqueta-escena que hoy nadie recuerda ni cuándo ni cómo surgió, pero que sin duda tuvo que ser en algún momento del periodo que fue desde la edición del primer doble single de El Inquilino Comunista hasta que vio la luz su segundo disco Bluff. Durante ese año y medio o dos años, El Inquilino fue el rey de la fiesta indie, y esto junto con que en la ciudad había un grupazo llamado Los Clavos, que merecen un puesto de honor en la historia entre La Secta, Los Bichos y Cancer Moon como precursores del desembarco indie-pop, dio lugar a lo del Getxo Sound.
Pocos grupos más creo que se recuerden de aquellos años, yo solo a The Gravestones, pero la cosa es que la etiqueta se institucionalizó, cosa a la que me imagino que también ayudó la presencia del Aula de Cultura de Getxo, que hizo un trabajo encomiable apoyando a las bandas que salían de la ciudad y que estampaba su logo en los discos que ayudaba a financiar.
Así que la llegada al ruedo de Lord Sickness fue saludada como otro síntoma más del potencial musical de la ciudad, además su bateria era el hermano menor de uno de los de El Inquilino y realmente 1994 fue su año. Aunque ya habían grabado un par de maquetas el año anterior, durante el año en cuestión ganaron el prestigioso concuros Villa de Bilbao y editaron practicamente toda su discografía, además de aparecer en bastantes revistas y fanzines de la época, aunque en alguna tuvieran el poco acierto de presentarlos como protegidos de El Inquilino Comunista.
Neumotorax fue su único disco largo, bautizado así porque uno de los componentes del grupo había padecido la mencionada dolencia, creo recordar. Grabado con el productor del momento Paco Loco, salió casi a finales de año y recuerdo que la crítica no lo trató del todo bien, igual es que ya había salido Bluff, disco con el que comenzó el divorcio entre la prensa y El Inquilino. En aquella época yo solo me compré su primer single, y lo que más me atraía del grupo eran las fotos, sobre todo porque uno de ellos llevaba los pelos como los lleva Rick, el abuelo de Morty, y eso me flipaba.
A pesar de todo el tiempo pasado, siempre tuve en la cabeza hacerme con este disco, que no hará más de un año que está en casa, y escuchdo hoy es un disco bien disfrutable, de indie de los noventa tirando a rabioso e histérico, que mira hacia el punk sin complejos.
Después de este disco desaparecieron, no así la mencionada etiqueta con la que empezamos esto, que se ha estirado como un chicle, ya sin el menor sabor, hasta nuestros días.
Haber vivido dos años en Valencia es uno de los recuerdos de mi juventud que atesoro con más cariño, aunque haya sido duro al principio porque era la primera vez que dejaba la casa de mis padres para vivir un poco a mi manera. Era una cosa que con 18 años estaba impaciente por hacer, pero ya saben ustedes que la realidad pocas veces se parece a lo que uno sueña.
Me ayudaron mucho al principio de mi estancia los largos paseos desde mi residencia en el extremo norte de la ciudad hasta el centro, para ir descubriendo tiendas de discos en las que echaba largos ratos curioseando y valorando bien en qué me gastaba el poco dinero que tenía. En estas tiendas me engañaba y me convencía de que era afortunado por tener acceso a un montón de discos que eran imposible de ver en Tenerife, y me olvidaba de que estaba en una ciudad gigante en la que estaba completamente solo. También ayudó el descubrimiento de Glop, aunque los primeros meses también me tocase ir sin compañía a ver los conciertos que me interesaban.
Tres o cuatro meses me costó revertir la situación, encontrar amigos, y empezar a disfrutar completamente de mi estancia en la ciudad del Turia. Desde entonces, aunque ahora voy en muy contandas ocasiones, me siento unido emocionalmente a la ciudad.
Eran los años de la explosión indie de principio de los 90, e igual es también por eso que le tengo cierto cariño a los grupos que surgieron durante esos años. Furious Planet se estrenaban con un doble single en 1993 con el sello valenciano Experience Records. La cosa iba muy rápida y si en 1992 todo valía y todo eran discos excitantes según la prensa, en 1994 ya les llovían los palos a los practicantes del noise-pop. Uno de los más sonados e inmerecidos fue el que sufrió el primer disco de los también valencianos Los Canadienses, que habían debutado un par de años antes con un excelente single que superaba olgadamente a casi todo lo que venía de Elefant y Subterfuge por aquella época. Otro ejemplo más de mi teoría de la conspiración contralevantina.
Pero a lo que vamos, Furious Planet llegaron tarde, siendo tan válidos como El Inquilino Comunista, su primer disco grande salió en 1995, cuando la atención decaía, la prensa ya ni se molestaba en apalear a lo que iba a pareciendo, y para cuando llegó este segundo disco, 1998, ya no había nadie para escucharlo. Así que a día de hoy me imagino que son pocos los que los recuerdan. Por suerte Mike Grau no ha desistido y ahí sigue al frende de Mad Robot, que el año pasado, según he leído, se han marcado un discazo, Doomed, que alguien debería editar en formato físico para que yo pueda correr a comprarlo.
Este Photophobia, que en su apartado grafico rinde tributo a clásicos del cine de terror, es un disco casi tan solvente como puede ser cualquiera de los que ocuparon el olimpo del indie nacional en aquellos años, al que le falta, eso sí, la carga emocional que a otros les dio el contexto.
Según Pablo Martínez Vaquero, en su día miembro de Los Murcielagos y autor del libro ¡Ahora! No Mañana. Los Mods En La Nueva Ola Española 1979-1985, el primer festival mod realizado en España se celebró en la sala El Jardín en 1980 y contó con las actuaciones de Los Elegantes y Los Flequillos. Aún así, fue el sello Flor Y Nata Records desde Barcelona el que dio salida a la mayoría de las pocas referencias editadas a principios de los ochenta que tradicionalmente se encuadran dentro de este estilo. En dicha casa editaron sus primeros singles Telegrama, Sprays, Brighton 64, además de encargarse de la distribución del de Kamenbert, mientras que solo Los Elegantes lo harían desde Madrid. Quizás en este escueto recuento de pioneros podríamos incorporar a Los Impecables que desde Portugalete, se estrenaban en 1983 con Discos Suicidas.
Los Flechazos llegaron algo más tarde, se formaron en León en 1986, pero desde que lo hicieron se convirtieron en la cabeza más visible del movimiento mod en este país durante los once o doce años que estuvieron en activo, exceptuando, quizás, el pico de éxito del primer disco de Los Sencillos en 1990.
Desde sus comienzos contaron con la ayuda de Kike Cardiaco, también de León, pero que con su grupo, Los Cardiacos, ya se había hecho un nombre en la capital del reino desde principios de los ochenta. Así, en 1987, Los Flechazos pueden plastificar sus dos primeras canciones en el recopilatorio Teloneros, en el que comparten espacio con Deicidas, La Coartada y también con unos Cardiacos, quizás, en horas bajas después de que su segundo disco, Nuevas Aventuras, no acabase de funcionar.
El debut largo de Los Flechazos fue este Viviendo En La Era Pop!, un disco de pop maravilloso, que aún siendo fiel a los sonidos del catecismo mod y estando lleno de guiños a la escena en las letras, la transciende gracias a lo redondo de muchas de las canciones que aquí aparecen. Cargadas de vientos, teclados y coros, el derroche de energía sónica y euforizante es tal que se hace imposible mantener quietos los pies.
La edición en cd, que es la que yo tengo, trae tres temas extras, uno de ellos la versión que hicieron de I Can't Control Myself de The Troggs para el single que compartieron con Kike Turmix Y Los Pasapures recordando a los ingleses. Una lástima que estos extras no los hayan colocado al final de la secuencia original de las canciones, sino a la mitad, entre lo que serían las dos caras del vinilo, y sobre todo, que rabia que haya un leve bajón de volumen en el transcurso de la canción que abre el disco. La reedición en cd de esta joya pop merecía un poco más de cariño.
Séptimo Ep grabado por el Dúo Dinámico y primero de los que despacharían durante 1961. También en este año se empiezan a editar discos con algunos de sus éxitos en Argentina y México, y se convierten en uno de los primeros grupos de pop españoles en girar por Latinoamérica.
Están en lo más alto de su andadura, el público no para de pedir más y más canciones nuevas del dúo, y ellos, que se deben a su público y a sus fans, responden plastificando veinte temas a lo largo del año repartidas en cinco Ep’s.
Este lo abren con Las Hojas Verdes, versión de The Green Leaves Of Summer, canción interpretada por The Brothers Four y nominada al Oscar en 1960, perteneciente a la banda sonora del western El Álamo dirigido por John Wayne. Le sigue por la misma cara otro éxito mundial, Poetry In Motion, adaptado al castellano y que originalmente dio a conocer un tal Johnny Tillotson.
Por la otra cara un rockandroll inocentón marca de la casa, el único tema de su autoría en este disco, y cierre con otra versión, en esta ocasión de Be Mine, tema de pop saltarín que popularizó el inglés Lance Fortune.
En definitiva, buen Ep, bastante regular, con cuatro temas que se dejan escuchar con alegria.
Disco que compré por la portada y también por la cada vez mayor curiosidad que me produce la música que se ha facturado en estas islas y que yo antes ignoraba sistematicamente salvo en contadas ocasiones. Por culpa de la mencionada portada, esperaba que al darle al play sonase pop con algún toque naif y quizás algo de electrónica, tipo Serpentina o La Monja Enana, o algo así, pero ni de lejos.
La sorpresa vino cuando me puse a buscar algo de información sobre el grupo, Link son un sexteto de Gran Canaria con la voz de Cris Zarallo, educada en el jazz, al frente y el cerebro de Kenneth Suárez a los mandos. Según la prensa del momento, Kenneth es un enamorado del rock sinfónico y progresivo de los setenta, pero también del trip-hop que desde Bristol conquistó el mundo a principios de los noventa, ya saben ustedes Portishead y Massive Attack.
En este disco parece que su intención fue conjugar esas dos grandes pasiones, cosa arriesgadísima, y hasta loquísima, que me tuvo todo el camino hasta el coche hablando solo el día que me decidí a escuchar por primera vez este disco. Al final no era para tanto el susto, y lo que se escucha es algo bastante elegante, quizás algo carente de garra, como música de escaparate, o de ascensor, o de velada en un club de cócteles con mesas y sillas, sin pista de baile, en el que solo puedes entrar vestido de gala. Sin apenas tener conocimiento de su obra, a mi esto me parece que no desentonaría con lo que hacía la nigeriana Sade, o con las canciones que nunca fueron éxito de Lisa Stansfield, pero lo digo más que nada por eso de la elegancia, la calma y cierto deje embriagador si tienes un par de copas y unas velas encendidas.
Este fue el segundo disco de Link, que creo que también llegaron a grabar un tercero. Actualmente, con Kenneth al frente, se han reconvertido en Link Floyd, y ya se pueden imaginar ustedes a que bandan rinden tributo por los escenarios de las islas. El rock sinfónico pudo más que el trip-hop.
En 1971 Teddy Bautista sacaba un single a su nombre y los rumores que hablaban de la disolución de Canarios empezaron a ser insistentes. Aunque eran negados por los interesados, al año siguiente, en mayo de 1972, Teddy Bautista despide a todos sus integrantes y renueva por completo a la banda. Con la nueva formación acomete los compromisos adquiridos para el verano y en septiembre sale en prensa que antes de que termine el año el grupo estrenaría una obra inspirada en Las Cuatro Estaciones de Vivaldi.
Durante esos años Teddy se había ido interesando por los instrumentos electrónicos de última generación, léase Mellotrom y sintetizadores varios, que iban conformando el sonido de lo que se llamaría rock sinfónico y progresivo. Parece ser que fue la primera persona en este país en tener un Minimoog.
Al final no fue hasta 1974 cuando la obra que Teddy tenía en mente desde hacía unos años se materializó en Ciclos. Disco doble, cuatro temas, uno por cada una de las caras de los vinilos, para un total de más de setenta minutos de música.
Para su grabación, además del grupo se contó con varias colaboraciones como las de la soprano Rudmini Sukmawati y la del Coro Oficial de la Escuela de Canto. Una locura en la que resuenan los pasajes más conocidos de la obra de Vivaldi, junto con excelentes momentos instrumentales, y excentricidades varias como gritos, lloros, unos minutos de folclore sudamericano, un villancico…
Vapuleado por la crítica en su tiempo, lo que supuso el fin definitivo de Canarios, actualmente está considerado por muchos como una cumbre del rock sinfónico mundial.
Con mi poco bagaje en estos sonidos, no puedo rebatir tal afirmación, pero sí les puedo decir que en la primera escucha me sorprendió e impactó más el Cosmonauta de Aguaviva, el único disco hecho en este país, un par de años antes, con el que se me ocurre que se puede emparentar, al menos por intenciones, este Ciclos.
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