Hoy el rock protagoniza nuestra lista, pero no uno cualquiera, sino rock punzante, al que algunos pondrán el prefijo art, otros lo llamarán rock oblicuo, que habrá quien le ponga el adjetivo de corcobadiano. Rock que se retuerce con la poesía, que se grita y que se susurra, que se mueve entre lamentos, alaridos y voces ahogadas, que excede los límites de la propia palabra rock, que unas veces se restriega con la improvisación, otras con lo industrial, y otras con sonidos más clásicos, pero siempre libre y cargado de personalidad.
Diez canciones que se mueven en un arco temporal que va de 2006 hasta 2021, comenzando con una grabación en directo del bilbaíno Mattin hecha en Japón y terminado al lado de casa, con el primer disco del canario MalPáiz, grabado en Lanzarote.
Mattin, músico, o no músico, anti todo, siempre metiendo el dedo en la llaga, del rock más extremo al ruido salvaje, poniéndo sus propias reglas a su incontinencia creativa para así crear con plena libertad.
Con una cantidad de registros absolutamente inabarcable, en casa de lo que hemos estado más pendientes es de sus grabaciones con La Grieta y Billy Bao, aunque no quita para que de vez en cuando nos hagamos con alguna de las referencias que publica a su nombre.
Este es el cuarto volumen de su serie Songbook, grabado en directo en una tienda de discos de Tokyo, tenemos a Mattin a la voz y guitarra, acompañado por Taku Unami al bajo y al piano, Anthony Guerra a la guitarra, y tocando desde el baño, si hacemos caso a los créditos, a Jean-Luc Guionnet al saxo y Tomoya Izumi a los gritos.
Improvisando para señalar que la improvisación no es tan libre como se pretende hacer ver, una puta locura.
Ankitoner Metamars es el dúo formado por Anki Toner y Javier Piñango. Para mí son como de la familia, a ambos los conocí a principios de los noventa, cuando el primero militaba en Superelvis y el segundo, en Cerdos y poco más tarde en Mil Dolores Pequeños.
Con ellos, y Macromassa, comencé mis incursiones por los terrenos de las músicas distintas, y si no salí despavorido, sino todo lo contrario, ansioso de seguir sumergiéndome por esos territorios, buena parte de la culpa debe haber sido de estos dos sujetos.
Es en 2006 cuando unen sus caminos en Ankitoner Metamars, y un año después editan su primer disco a través de G33G Records. Dos años después llega este Who Cares?, con ocho canciones en las que Anki pone la voz y Javier los ambientes para transmitir el desencanto, la angustia y la desesperación de los tiempos que nos sigue tocando vivir, pero también recordándonos que hay que combatirlos con rabia, señalando sus abusos, y también amándonos, de todas las maneras posibles.
Fernando Mansilla llegó a Sevilla en 1981 de su Barcelona natal. Poeta, dramaturgo y novelista, en su currículum aparecen seis nominaciones a los Premios Max por su obra Libertino, también fue músico callejero a su llegada a la ciudad.
Ajeno al mundo editorial, acostumbraba a montar obras teatrales y musicales con sus textos, con las que fue haciéndose un hueco en el underground de la ciudad y ganándose el cariño y el respeto de muchos.
La participación de nuestro hombre en el Proyecto Entrecuerdas lo pondrá en contacto con Javier Mora y Luis Navarro, con los que formará Mansilla Y Los Espías. El apoyo de la gente de Pony Bravo a través de su sello El Rancho Casa De Discos, lleva a buen puerto la publicación de este disco.
Javier y Luis ponen música a la poesía de Mansilla, que no se limita a recitarla, sino que actúa sobre ella teatralizando cada una de las composiciones, que con humor certero golpean los cimientos de nuestra feliz y absurda vida.
Desde la disolución de Usura en 1994, creo que Ana Béjar y Ramón Moreira no habían vuelto a cruzar sus caminos musicales hasta que en 2010 comienzan a dar forma a Todo. Durante los dieciseis años que separan ambos acontecimientos a Ana la seguí en Orlando y me agradó encontrarla colaborando con Pablo Cobollo y Javier Almendral, aunque fue cuando sacó su primer disco en solitario, The Good Man, cuando me enteré de la existencia de Todo. Por su lado, Ramón estuvo en Venas Plutón y luego le perdí la pista, o eso creía yo, porque no fue hace mucho cuando me enteré que siempre había estado ahí y que era él quien se escondía bajo el alias de Kráter, hombre a los mandos en discos de Terrier, Atomizador, Los Punsetes, Fabuloso Combo Espectro y miembro desde el principio de los inconmensurables Ginferno.
Parece que fue sobre 2012 cuando ambos empiezan a encontrar el sonido que quieren para la banda, su primera maqueta de 2010 está desaparecida del ciberespacio, y después de presentar un anticipo en 2013, fue el año siguiente cuando apareció completo su único disco en una modesta edición en cd.
Once canciones que, con apuntes de pop y folk, encuentran en el rock algo retorcido y en la poderosa voz de Ana su perfecto acomodo.
Sin ser profeta en su tierra, ni en ningún lado, Josetxo Ezponda sí dejó amplia huella en un pequeño grupo de conciudadanos y amigos. Cuatro de ellos, Jaime Cristóbal, Jon Ulecia, Germán Carrascosa y Roberto C. Meyer, decidieron en 2014 hacerle un bonito homenaje en forma de single de cuatro canciones, una por barba. Fue con este disco con el que me interesé por la obra de Jon y Roberto, músicos que no conocía previamente. De Jaime y Germán sí había ya un buen puñado de discos en casa entre los de Jugos Lixiviados, Bananas, Souvenir, J’aime, La Otra Gloria…
A principio de los noventa, Roberto creó The Glitter Souls, banda que compaginó con otras formaciones paralelas como The Brillantina’s y Beautiful Losers durante esa década.
Después de una larga estancia en Londres vuelve con nuevas canciones bajo el brazo que cocina lentamente con su nueva banda, Alpha 60, que no son otros que Jaime, Jon y Germán encargándose de guitarras, bajos, piano… y Javier Eguiliz a la batería.
Con trece canciones de puro músculo, Love On The Formula es un estupendo disco pop disparado en múltiples direcciones, de marcado tono crepuscular y melancólico, en el que la serena voz de Roberto y el buen gusto instrumental marcan la diferencia.
Marc O’Callaghan es otro tipo de esos que no para, conocedor de extraños símbolos, cualquier cosa que huela a misticismo, a religión, a sangre, a sexo, a muerte, a paganismo, a resurrección, a numerología, a purificación, a arcano, a calendarios atávicos… cabe en su obra.
Criado en bandas de black metal y grindcore, nos ha ido mostrando sus creaciones en solitario bajo los nombres de Pedraforca y Coàgul, proyecto que acumula la mayoría de su producción, además de alguna limitadísima referencia a su nombre. También formó parte de los imprescindibles +++ y de los ruidistas Herpes.
Tal y como él mismo decía en una entrevista, el estilo de Coàgul nunca está totalmente determinado, parte más de ideas y se va materializando musicalmente según sus neuras o necesidades, aunque hay un descarado gusto por lo industrial, el noise y el ambient más virulento.
Tenemos en esta cinta, según el propio autor, dos herramientas mágicas deshumanizadoras, una en dirección al dolor y otra en dirección al placer, que actúan de manera opuesta pero complementaria. Yo diría que las dos vas en dirección al dolor, lo que no quita que puedan dar placer.
Luna Y Panorama De Los Insectos nace como banda sobre 2010, formada por Carlos Luna y Clara de Luna, con la intención de poner música a los poemas que Carlos escribe. En estos 13 años de trabajo han ido alejándose cada vez más del paradigma de grupo de rock, desviándose de las dinámicas circulares de ensayos, composición, grabación de disco, presentación y búsqueda de conciertos, que suelen regir la vida de casi cualquier proyecto musical.
Que yo sepa, en formato físico tan solo han editado dos Ep’s, el primero de ellos en 2013 y este segundo en 2015, que se anunció como adelanto de un próximo disco que creo que nunca llegó a materializarse.
Nos enfrentamos aquí con cinco canciones, una de ellas funcionó como sintonía del programa El Séptimo Vicio de Radio 3, en las que se combina fuerza y ternura en una propuesta que los podría hermanar con El Corsal Desastre.
Sus derroteros ahora son más amplios, dedicándose también a la creación de bandas sonoras para espectáculos de danza, montajes teatrales, proyectos de vídeo arte, espectáculos de circo y películas, sin rehusar a interpretarlas en directo, integrándose el dúo como un elemento más en el conjunto de la representación.
A esto hay que añadir sus espectáculos de spoken word, como No Hay Ninguna Imagen Disponible, o colaboraciones en la creación de performances propias como Ruido Blanco, junto a Manuel Conde, sus trabajos para la plataforma de publicación de proyectos fotográficos en formato multimedia Áqaba Media comandada por David Linuesa, y un largo etcétera.
Javier Colis es también otro de esos músicos que yo considero casi de la familia, otro de esos músicos con los que tuve el primer contacto al ir adquiriendo en su día las primeras referencias del sello Triquinoise. Aquel debut de Vamos A Morir, vaya disco inolvidable, te haya gustado o no, distinto a cualquier cosa que hubiese escuchado antes. Y además siempre dejando pistas, como la foto de Vladimir Mayakovsky en el encarte.
Mucho, y bueno, ha llovido desde aquel disco hasta nuestros días, y casi todo lo tenemos atesorado en casa. No obstante, no nos vamos a entretener en lo más conocido de la faceta musical de este hombre, y nos conformaremos con señalar un par de hitos más escondidos en su trayectoria.
En 1987 se daba a conocer cómo creador del vídeo Proceso / Adagio / Situación, seleccionado para la prestigiosa muestra Ars Electronica que desde 1979 organiza en Linz la asociación del mismo nombre. Morador habitual del mítico Espacio P, recientemente unos pocos afortunados también lo pudimos ver como parte del concierto-actividad A Corazón Abierto, con el que se clausuraba en el TEA de Tenerife la exposición “Espacio P 1981-1997”, en el que formó parte de la banda integrada por Rosa Galindo, Pelayo Arrizabalaga, Hugo Westerdahl y Juan Belda entre otros.
Actualmente volcado en el dúo Sangre Fácil junto con Juan Pérez Marina, este Notas De Abajo es el último disco que ha publicado a su nombre. Acompañado por Javier Diez Ena al bajo y contrabajo, y Jesús Alonso a la batería, nos trae dieciséis piezas de ese rock que solo él concibe en nuestro país, y donde nos sigue dejando pistas a los curiosos, como es ese guiño a la única novela de Jean de La Ville de Mirmont. Ya tenemos otro sitio más donde rascar.
Trío Mudo son ahora un dúo, pero hubo un tiempo, desde 1994 hasta 1997, en que fueron tres. Durante estos años funcionaron como grupo instrumental, etapa de la que creo que no dejaron ningún testimonio oficial.
Después del parón, que se alargó hasta 2015, volvieron tal y como los conocemos hoy, con Antonio Acien a la guitarra y voz, y Damián Fernández a la batería y percusión, y con el firme propósito de retomar el que fuera leitmotiv desde su formación, musicalizar poemas de Leopoldo María Panero. Trabajo que acaban de completar este año con la aparición del cuarto volumen de su tetralogía Poemas Musicalizados De Leopoldo María Panero, Et Alter. Desde aquella primera entrega, editada en 2016, tuvieron claras las dimensiones de su propuesta, y así fueron haciendo encajar las misteriosas letras que aparecían en el lomo de cada una de ellas, y que solo cobraron sentido cuando pude albergarlas todas juntas en el negro y elegante estuche que prepararon para tal menester.
A Antonio lo conocí como miembro de los legendarios 713avo Amor, en cambio la pista de Damián hasta su llegada a Trío Mudo es más difícil de rastrear, pero hay testigos que lo sitúan en los primeros Tupelo Bound, blues de frenopático en blanco y negro según las crónicas, acompañando a Álvaro Gastmans en sus trabajos al margen de Hairy Nipples, chanson revisitada, o tras la batería en algunos conciertos de Sr. Chinarro. Y ya, para los adictos a la arqueología musical, los rescates ocultos del pasado y los sonidos más siniestros, mencionaremos a los noventeros Quousque Mors?
Volviendo a este volumen tres, en la portada Las Chinchillas de Goya, donde dos hombres con candados en las orejas y pesados párpados reciben de otro, con los ojos tapados y orejas de burro, alimento, que sin duda es el de la ignorancia. Posicionamiento brutal a la hora de reivindicar el papel de la poesía como fuente de pensamiento libre, de conciencia individual, y arma de destrucción masiva contra la rígidez institucional. Trío Mudo las aderezan con un rock áspero y emocional que alimenta el tuetano de tu alma.
En esta semana saltaba la noticia, Roberto Moso, cantante de Zarama, periodista, escritor y pieza fundamental en el desarrollo y divulgación de la música hecha en Euskadi se jubilaba. Y ustedes pensarán que a qué viene esto, pues a que desde que hace unos años he ido conociendo la trayectoria y encomiable labor de José María de Paiz, se ha ido afianzando en mi cerebro la idea de que estamos ante nuestro Roberto Moso particular. O mejor, Roberto Moso viene a ser el José María de Paiz de los vascos.
Nacido en Arrecife, Lanzarote, en una entrevista de hará unos diez años declaraba que Salve de La Polla Records le cambió la vida. Sus primeras colaboraciones periodísticas fueron con la revista Lancelot como responsable de cultura, luego llegaron sus críticas musicales y relatos para Isla Informativa. Más tarde, su paso a la televisión, las novelas Bailé Con La Luna y Un Ángel En El Barrio Del Norte, y el libro de entrevistas Héroes Del Rock Canario. Recientemente ha publicado su primer libro de poesía El Parnasillo De Los Locos Y Los Amantes.
También cineasta, en su haber tiene documentales dedicados a personajes imprescindibles de la música en nuestras islas, ante su camara han desfilado Pistol (batería de Familia Real y Ataúd Vacante), Carlos Catana (personaje imprescindible para entender el rock en La Palma), Suárez DC (líder de Teclados Fritos), Zurda (guitarrista de Escorbuto Crónico y Guerrilla Urbana) y en última instancia, Ildefonso Aguilar, pionero del proto-ambient mundial con la grabación de su álbum Erosión a finales de los setenta.
Como músico, su trayectoria también es larga, aunque quizás menos fructifera. En su biografía aparecen nombres como La Trinchera, Unabomber y Faktotum, estos últimos con dos discos en el mercado, y recién reactivados despues de tres años de silencio.
Pues entre todo esto, en 2021 grababa su primer disco a nombre de MalPáiz con la ayuda de José Manuel Spinola a la guitarra, piano, sintetizadores y coros, Abel Herrera al bajo y José María Pérez a la bateria, además de otras colaboraciones puntuales, ofreciendonos un tratado de rock elegante en nueve canciones que se contonean entre la seducción y la agresividad.
Gran disco, lleno de estupendas canciones. Chapeau!
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