Mira por donde, Shalocins desafía la regla no escrita para casi todas las ediciones de propuestas ruidistas. Por esta vez no se trata de una tirada limitada a 40, 30 o aún menos copias, como suele ser lo habitual. De esta cinta habrá infinitas, eso si fabricadas bajo demanda, y cada una con un collage diferente en la portada. Con esta acción se sacude todo el posible valor añadido que pueda tener cualquiera de estos artefactos como objeto casi exclusivo. Aquí todo el valor e interés recae sobre lo que hay grabado. Y lo que hay grabado son sesenta minutos de ruido. La cara A empieza con ruido de baja intensidad, ruido terroso, con aristas, que rasca, que por momentos ahoga y deforma voces, y que según avanza lentamente, con algún sobresalto mediante, va ganando en virulencia, agresividad y angustia. El último tramo, con el ruido transformándose en jadeos de desesperación y agotamiento, es memorable. Trance. En la cara B se despliega una tormenta viscosa, profunda, grave, el ruido es ahora más fluido, suena lejano, pero intimidante. Llega a tu canal auditivo y se pega a las paredes, impregnándolo todo, sin ningún tipo de agresión física. Pero viciando el aire, convirtiendo el ambiente en algo malsano. El ruido continúa amenazante, inquietante, y sintiéndose, por momentos, más cerca. La expresión "estar metiéndose en la boca del lobo" cobra todo su sentido. Ruido infinito.
Como no es la primera vez que aparece por aquí, seguro que ya lo he dicho, pero insisto. Shalocins es uno de los muchos proyectos ruidistas que maneja Rafa Juristo.
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