Allá por 1988 mis gustos se debatían entre la música hecha en este país que no paraba de sonar en la radio más comercial y los nuevos-viejos grupos de rock que me hacían llegar mis amigos del barrio, Barricada, La Polla Records, Burning, Los Suaves...
En este contexto, Esclarecidos eran aquel grupo extraño que aparecía en los recopilatorios que por Navidades publicaba la entente Dro-Grabaciones Accidentales-Twins con los éxitos del año y que escuchaba en las visitas a la casa de mi amiga Merceditas. Un año se llamó Fiesta Total, al siguiente El Golfo, y allí, entre Hombres G, Rey Luí, Modestia Aparte, Loquillo Y Los Trogloditas y demás, se colaban Esclarecidos con canciones que no habían sido ni éxito ni nada y que hablaban de preguntarle a un tucán y qué se yo del amor al comercio. Me resultaba antipático encontrármelos, e imposible ubicarlos en alguna de las dos categorías que me interesaban.
No fue hasta unos años después cuando les cogí el gusto. Fue en 1991, año en el que editaron Rojo. Dos canciones de ese disco, Todos Mienten y No Hay Nada Como Tú (Soberbia), sonaban muy a menudo en Radio 3, emisora que solía escuchar por entonces. Además por esa época descubrí que algunos de sus miembros habían sido los fundadores de Grabaciones Accidentales, sello fundamental para el devenir musical de este país, y que en 1982 dio cobijo a algunos de las propuestas mas interesantes de las que poblaban la noche madrileña. En sus cuatro primeras referencias se estrenaron, además de ellos mismos, Décima Víctima, Derribos Arias y Los Coyotes. Pero es que encima, un poco después el sello apostó por proyectos de mas difícil catalogación, como Depósito Dental, Finis Africae y Música Esporádica, y se convirtió en el hogar de Mar Otra Vez. Todo esto hizo que se granjeasen mi mas absoluta simpatía.
La edición de Dragón Negro supuso el paso de la simpatía a la admiración. El disco los presentaba, como siempre, haciendo ese pop "que no te puedes esperar" marca de la casa, a su aire, pero dejándose permeabilizar lo justo por lo que sonaba a sus alrededores. Así en este disco las guitarras ganan presencia en comparación con sus trabajos anteriores, y aunque rara vez las sitúan en primer plano, aparecen como un elemento decisivo con el que el grupo rompe y hace avanzar por caminos imprevistos esos elegantes, tranquilos y personales paisajes musicales ricos en detalles, a veces exuberantes, otras exóticos, que ya eran seña de identidad del grupo.
Fruto de la experiencia de la banda, al editar este disco contaban ya con más de doce años en las trincheras, de su inconformismo y negativa a dormirse en los laureles, y de lo bien que canta Cristina a lo largo de todo es disco, no se les pasa ni una mala canción y para mí todas las del álbum están por encima del notable, variando las favoritas más en función de mi momento vital que de la calidad de las mismas. También está muy acertado Alfonso Pérez, que se encarga de los textos de casi todas las canciones. Preciosos y despreocupados versos los de Arriba Y Abajo. Las cuatro que cede las deja en las buenas manos de Pablo Guerrero, Berta Alfaro, Enrique Andrés y Javier Corcobado, que ya en discos anteriores les había entregado las letras de Tucán y Noche De Hiedra.
En este disco el grupo lo formaron Cristina Lliso, Coyán Manzano, Nacho Lliso, Miguel Herrero, Vicente Climent y Alfonso Pérez. Además colaboran en la grabación un buen número de viejos y nuevos amigos del grupo que responden a los nombres de Antonio Sauco, Manuel Illán, Marcelo Fuentes, Suso Saiz, José Luis Crespo, Tino Di Geraldo, Pablo Guerrero, Javier Paxariño y Luis Lozano.
El 0,7 que aparece en a parte inferior central de cada hoja del libreto me hace recordar viejas luchas y viejos sueños que no deberíamos abandonar.
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